Los veranos en Son Bauló tienen rituales que invariablemente cumplimos. Uno de ellos es ir a bañarnos al Caló des Camps –nombre oficial– o Ca los Cans, que es como lo llaman los que lo frecuentan. Lo llamemos como lo llamemos, el paraje en concreto se encuentra a unos dos kilómetros de la Colònia de Sant Pere en dirección al cabo de Ferrutx, y se trata de una pequeña ensenada abierta en un talud de poca altura con una playita de cantos rodados orientada a poniente. Para mí, esta orientación es su encanto principal, ya que, al atardecer, proporciona una de las puestas de sol más bellas de la bahía de Alcúdia.
A Ca los Cans suele ir gente de la isla que veranea en la Colònia o por los alrededores y es fácil que Isabel encuentre algún conocido. El lugar tiene un carácter familiar y acostumbra a haber madres y abuelas con chiquillos que se bañan y se pringan de alga –el mar tiende a acumular un buen montón. Hay quien va a pasar el día y a la hora de comer sacan los tapers de los cestos y las bebidas de la neverita y comen a la sombra de los magníficos tamariscos que rodean la cala.
Si no ha soplado mistral o tramontana y la ha removido, el agua es de una gran transparencia y por el fondo rocoso de los márgenes puedes ver un buen número de pequeños peces, como doncellas, raspallones y torpedos. Al principio de ir allí, hará cosa de veinte años, aún se podía ver algún que otro pulpo escondiéndose precipitadamente en un agujero al percibir la presencia curiosa del bañista. A veces hemos encontrado alguna barca fondeada, pero no suele ser un lugar muy concurrido; está demasiado cerca del puerto de la Colònia y los navegantes de verano, cuando salen, prefieren hacer un trayecto un poco más largo, que les justifique la compra de la lancha o el laúd, y se van hacia Na Clara o Es Caló.
Isabel y yo solemos ir al caer la tarde y, tras un primer baño, subimos a caminar por Es Canons. Parecer ser que el topónimo proviene de una antigua batería de artillería de la Guerra Civil ubicada en el paraje. Del enclave militar solo quedan algunas edificaciones del antiguo cuartel hacia el interior, ahora convertidas en casa de colonias.
En esta parte, el litoral está constituido por rocas sedimentarias arenosas, cuyo origen son dunas fosilizadas y derrubios procedentes de las cercanas Muntanyes d’Artà. Estos materiales, fáciles de erosionar por la acción del oleaje, han dado una costa baja, rocosa y muy recortada, con pequeñas entradas y puntas, llena de “cocons”(1), por donde se ha de transitar bien calzado.
El punto conocido como Banyera dels Ermitans es una antigua cantera de marés a ras de agua que se inunda cuando la mar está movida y adopta el aspecto de una exótica piscina tallada en la roca por algún millonario caprichoso. El topónimo hace alusión a la proximidad de la ermita de Betlem, encaramada en la montaña, y a sus ermitaños, que bajaban a bañarse en ella.
Los arroyos que provienen de las Muntanyes d’Artà, al llegar a Es Canons se encajan ligeramente y forman pequeñísimas calas de uso individual que son una “monada”, como dicen aquí. Más de una vez Isabel y yo hemos ocupado una para darnos un baño refrescante y entretenernos explorando los bajos rocosos llenos de peces.
Nuestra caminata suele llegar a las casas de la urbanización de Betlem y acabar en Cala Mata, en donde puede que nos volvamos a bañar. Seguidamente, emprendemos el regreso con el sol bajo recortando contra el cielo el perfil lejano de Sa Talaia d’Alcúdia y la península de Formentor. A nuestra izquierda, las Muntanyes d’Artà adquieren un color rojizo, cálido y brillante, que les hace perder su aspecto áspero y las convierte en un romántico telón de fondo de un idílico paseo junto al mar. Es un momento mágico, durante el cual el tiempo parece quedar suspendido esperando que el sol se esconda, idóneo para echar un vistazo a los restos del dolmen de S’Aigo Dolça, que nos viene de paso.
El último baño nos lo damos en Ca los Cans con el sol ya oculto tras las montañas, el cielo encendido por poniente y el agua densa y calmada como una balsa de aceite.
(1) Cocó. Hoyo excavado en la roca que ocasionalmente se llena de agua de mar.