Reflexiones

Sobre lecturas

¡Gracias a dios! Por fin he salido de la abulia lectora a la que me habían sumido una serie de desaciertos. No diré nombres, porque algunos aún están vivos. Pero ha sido desesperante. Creía que era yo, que había perdido el gusto por la lectura. O que me había convertido en un petulante que a todo hace ascos, incluso a Tom Wolfe. Bloody Miami (2012), su última novela, ha sido decepcionante. Y eso que alguien en quien confío me la recomendó. Pero en su afán por ofrecer una radiografía sociológica de Miami, Wolfe abandona el argumento en manos de personajes desdibujados, unos, y esperpénticos, otros. La novela es una especie de parodia de una realidad que se adivina compleja, por la que Wolfe resbala desde el distanciamiento del éxito, con su aspecto pulcro y actitud cáustica. Se ha equivocado. Después de haber leído toda su obra novelística puedo asegurar que solo tiene una novela realmente buena, la primera, La hoguera de las vanidades (Nota 15/06/2018). ¡Y han sido 624 páginas que he leído íntegramente! Bueno, esto no es del todo cierto, tengo que admitir que llegó un momento que me aburría tanto, que me saltaba párrafos.

Pero hoy he visto la luz al final del túnel, como se suele decir. Y ha sido gracias a la relectura de una obra que leí por primera vez hace más de medio siglo, cuando justo estrenaba madurez y estaba ávido de conocimientos. La obra es Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski. Fue una premonición que este Sant Jordi, tras ver anunciada una nueva traducción al catalán del clásico ruso en Instagram, pensara que me la tenía que comprar. Y lo hice al día siguiente de la diada, cuando ya no había cola en las librerías.

Ayer la empecé y solo llevo poco más de cincuenta páginas. Pero con estas cincuenta páginas he tenido suficiente para rehacerme de la anemia lectora que arrastraba después de tanta novela insulsa. Ha sido fantástico descubrir que todavía puedo aprender, que puedo leer y enriquecerme en pensamiento y en espíritu, que puedo volver a coger el lápiz para subrayar una frase, que tengo que retroceder para releer un párrafo que merecería aprendérselo de memoria. ¡Qué pena tener tan poca memoria como tengo! ¡Envidio tanto en momentos así a personas como el amigo Xavier Juncosa, que tienen memorias prodigiosas! En fin, cada uno debe conformarse con lo que tiene. Como consuelo, yo me refugio en las numerosas ausencias anestésicas que marcaron mi adolescencia y que el cirujano que me operaba advirtió que podían dejar secuelas de memoria. No lo sé, quizás sea esto, pero tengo una memoria raquítica, que focalizo en aquello que me interesa; para el resto, agenda y bolígrafo. Bueno, ahora ya me he pasado al móvil, al teclado y a las alarmas para recordarme una cita.

Quizás es esta falta de memoria la que hacía que recordase muy poco de Crimen y castigo y de la escritura de Dostoievski, que en pasado leí con frecuencia. Ahora hacía muchos, muchos años que no tenía entre las manos una obra suya. Y con estas cincuenta páginas he tenido suficiente para sentir la fascinación que en mí ejerce la buena literatura y que posiblemente ya sentí de joven. Cuando haya terminado la lectura, seguramente volveré a hablar de ella.