Por la Sierra de Albarracín

Barrancos, cascadas y travertinos

El agua ha sido la gran protagonista de nuestra estancia en la Sierra de Albarracín, tanto por la que nos cayó encima como por la que hemos visto correr y saltar por riachuelos, barrancos y cascadas. Ni hubo día que no nos mojásemos y, al final de la jornada, tuviésemos que poner las potas a secar y las capelinas a escurrir. Pero, en compensación, hemos podido disfrutar de unos cursos fluviales llenos a rebosar y que en determinados puntos alcanzaban una gran espectacularidad al internarse por estrechos congostos o encontrase con súbitos desniveles que tenían que salvar

El desfiladero más impresionante que recorrimos fue el Barranco de la Hoz, abierto por el río de la Fuente del Berro. Se accede a él a través de una pista ancha y bien arreglada que parte del extremo oriental del pueblo de Calomarde, junto a la carretera A-1704. La pista, con bancos y farolas, bordea el río hasta internarse en el congosto ya convertida en un sendero equipado con escaleras y pasarelas metálicas. Superado el tramo más estrecho, el sendero prosigue hasta la Fuente del Berro, pasando por el Molino de Abajo y el Molino de las Pisadas; en total vienen a ser unos 10 km entre ir y volver llenos de la sorprende belleza que es capaz de mostrar la naturaleza cuando actúa con el cincel del agua sobre la roca dura, en este caso, calizas del Jurásico y bancos de travertinos.

La toba o travertino es una roca calcárea de origen químico que se forma cuando los carbonatos que transporta la corriente fluvial tras circular por terreno calizo tienen tiempo de sedimentarse como consecuencia de un estancamiento. Una vez formado el banco de travertinos, la permanente acción erosiva del río a lo largo del tiempo puede hacer que se encaje en él o, incluso, que lo horade, como es el caso de les puentes de piedra que encontramos en el Barranco de la Hoz.

Río abajo, a unos 2,5 km de Calomarde, a tocar de la misma carretera A-1704, está la Cascada Batida. En este caso, el agua salva el desnivel de 27 metros de una barrera de tobas mediante un salto espectacular y que tuvimos la suerte de ver en toda su magnificencia. En las fases de estiaje, cuando el agua carbonatada se estanca en los rellanos que se forman en la parte superior y al pie de las cascadas, el proceso de formación de tobas continua activo, fosilizando hojas, tallos y musgos sumergidos. Durante años conservé en casa una caña de medio metro revestida de una costra calcàrea de unos tres milímetros de grosor, procedente del Estany de Banyoles, y que hacía servir para explicar el proceso de formación de travertinos cuando daba clases de geografía. La última mudanza que realicé me la hizo abandonar en un altillo. Y me sabe mal, era una pequeña maravilla; ya no quedaba nada del antiguo tejido vegetal y era un tubo calcàreo perfecto al que costaba encontrar la explicación de su origen si no la conocías.

El otro salto de agua que visitamos, también entre acumulaciones de travertinos, fue el del Molino Viejo de San Pedro. Esta cascada se encuentra a unos 2,5 km de El Vallecillo, en el curso del río Cabriel, algo más abajo de los manantiales conocidos como Ojos del Cabriel. Un sendero que parte de la carretera TE-V-9122, a la altura del caserón de Torre Cavero, te acerca a ella en menos de cinco minutos. Aquí el salto es más modesto, unos 12 metros, pero es más amplio y tiene el aliciente de poderte situar detrás de la cortina de agua gracias a la visera de toba que se ha construido. Junto a la casada se ven los restos del acueducto que conducía agua al molino y la mole aberrante de una edificación reciente sin acabar. Se trata de lo que tenía que ser un hotel rural cuyas obras se detuvieron a causa de la polémica que suscitó su ubicación en un paraje tan singular. ¡Ojalá lo acaben derribando!