El final del verano ha sido más afortunado en cuanto a lecturas que el comienzo. Y todo gracias a David Foenkinos, que descubrí casualmente en la biblioteca de Can Picafort. Dos hermanas estaba en el expositor de novedades y la cogí guiado únicamente por su moderada extensión. Regresaba a Barcelona y solo tenía diez días para leerla. Pero no solo la leí dentro de plazo, sino que tuve tiempo de leerme Hacia la belleza, que también estaba en la biblioteca.
Y es que Foenkinos seduce con su literatura sentimental. Sí, se trata de una literatura sentimental, pero no de amor, sino de desamor. En las dos novelas que he leído las rupturas de pareja desencadenan procesos emocionales que conducen a los protagonistas a acciones marcadas por la desesperación. También podríamos considerar que estamos ante una novela psicológica con golpes de efecto inesperado que llevan el relato hacia la oscuridad del thriller al estilo Patricia Highsmith. Son historias en las que el peso de la narración recae en el dibujo detallado del personaje principal y de los que lo contrapuntean. Simenon también tiene algunas novelas parecidas —pienso en El hombre que miraba pasar los trenes—, pero su estilo es más áspero y los personajes no tienen el toque intelectual de los de Foenkinos, son personas más corrientes, sometidas a impulsos más primarios.
En Dos hermanas (Deix soeurs, 2019), Étienne rompe con Mathilde inesperadamente para volver con su anterior pareja. Esto deja a Mathilde desconcertada y dolida hasta el punto de perder el control de ella misma. Ofuscada por el dolor, comete una falta grave en el instituto dónde trabaja y es apartada de la docencia y sancionada. En esta difícil situación, Agatha, hermana de Mathilde, la acoge en su casa. Mathilde se instala en la habitación de la pequeña Lili, su sobrina, y se ocupa de ella; de este modo Agatha puede dedicarse más a su marido —Frédéric— y a su trabajo en el banco. Pero el tiempo pasa, la situación se prolonga, y la relación entre las dos hermanas se va deteriorando, hasta que… Lo dejo aquí.
En Hacia la belleza (Vers la beauté, 2018), Antoine Duris, profesor de la Facultad de Bellas Artes de Lyon, abandona inesperadamente el trabajo y la ciudad para trasladarse a París y aceptar una plaza de vigilante de sala en el Museo d’Orsay. Nadie se explica su comportamiento, y el lector solo sabe que quiere dejar atrás un pasado marcado por una separación sentimental y por un hecho que lo ha conducido a huir y empezar de nuevo. Pero en el museo conoce a Mathilde (no la de Dos hermanas, sino otra) y de la mano de ésta inicia un camino de reconstrucción que pasa por incorporar en el relato a Camille, una antigua alumna suya. Las dos novelas son muy próximas en el tiempo y tienen puntos en común, lo que me hace sospechar que Foenkinos es un escritor rápido, con una temática que tiende a repetirse. Pero esto no lo podré asegurar hasta que no lea algo más. No obstante, su escritura es detallada, inteligente y ágil, y capta rápidamente el interés del lector. A mí me ha sorprendido gratamente y he empezado a buscar nuevos títulos para leer. Entre éstos está La delicadeza (La Délicatesse, 2009), que le valió la fama y que en el 2011 dio lugar al film de igual título dirigido por su hermano Sthéfane Foenkinos y él mismo. La historia arranca con el shock emocional de Nathalie (Audrey Tatou), provocado por la muerte en un accidente de su pareja, de quien está profundamente enamorada. Lo sé, porqué hace poco vi la película por televisión y me gustó. ¡Ah, l’amour, l’amour...! Para bien o para mal, el amor es el gran motor de la vida; al menos de las novelas de David Foenkinos. |