Zygmunt Bauman

El enero pasado, la muerte a los 91 años del sociólogo Zygmunt Bauman fue motivo de lamentación de un amplio sector de la intelectualidad española y europea. Por lo que leí, su pensamiento, reflejado en una vasta obra, era decisivo a la hora de interpretar los tiempos en que vivimos. Y, un poco avergonzado por mi ignorancia sobre una figura que parecía tan relevante, me propuse leerlo. Tras mirar su bibliografía opté por comenzar por el principio y el final; de modo que fui a la librería y compre Modernidad y Holocausto (Modernity and the Holocaust, 1989), Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbres (Liquid Time. Live in an Age of Incertainty, 2007) y Extraños llamando a la puerta (Strangers at Out Door, 2015), y durante estos meses he ido leyendo estas obras. Lo he hecho despacio, abandonándolas y volviéndolas a coger, y no porque no me interesasen, al contrario, porque la lucidez en el análisis de nuestra sociedad moderna es tan descarnada, que necesitaba tiempo para recuperarme del desasosiego que me producía la lectura.

Cuando leí Voces de Chernóbil, de Svetlana Aleksiévich (nota 08/10/2016), también tenía que detenerme, pero en este caso era el sufrimiento humano, el testimonio doloroso de las víctimas de la catástrofe, lo que me hacía insoportable la lectura. En el caso de Bauman es distinto, no es el relato sobrecogedor de la desgracia individual lo que me ha hecho tener que tomarme respiros, sino la demoledora exposición de la evolución reciente de nuestra realidad colectiva. Paso a paso, Bauman va describiendo el panorama del presente como un tiempo en el cual las seguridades conquistadas en el pasado por amplios sectores de la población se van diluyendo rápidamente y la precariedad va ganando espacio; la sociedad del bienestar revienta por las costuras incapaz de absorber el gran volumen de población sobrante como consecuencia del modelo pragmático que imponen la modernidad y la globalización. La Humanidad ha tomado el camino perverso de la rentabilidad y la ganancia económica como valores absolutos y se olvida de la cohesión social y la solidaridad; es decir, la Humanidad ha optado por deshumanizarse. El resultado es una desigualdad creciente, con los correspondientes odios y enfrentamientos entre los dos extremos del espectro humano: los ricos y los marginados. El miedo penetra en nuestras ciudades y empapa a los ciudadanos, que, estén donde estén, no se ven libres de la amenaza de los desesperados y los fanáticos. En este panorama, sometidos al poder fáctico de las grandes corporaciones económicas, los poderes políticos nacionales quedan reducidos a meros gestores locales de la seguridad ciudadana y el orden social, y el individuo, cada vez más aislado y subyugado por el consumismo tecnològico, se convierte en una víctima del totalitarismo del dinero. 

El concepto que engloba este caos presente es el de una sociedad líquida, una sociedad que, día a día, va perdiendo los roles y las garantías que le habían proporcionada solidez y esperanza. Son malos momentos para las utopías que nos han alimentado desde la Ilustración. Hemos llegado a un punto de inflexión y estamos cayendo por la pendiente de la incertidumbre, donde la vida se convierte en una angustia permanente ante la volatilidad del mercado laboral, empeñado en substituir el hombre por la máquina, persiguiendo la máxima productividad, y crear amplias bolsas de población sobrante. Además, ya no quedan espacios para confinar a esta población, que, desesperada, llama a la puerta de casa.

Como un bisturí afilado, el pensamiento de Bauman secciona el presente y ofrece a la vista, sin contemplaciones, la infección que ha atacado los órganos vitales de nustre sociedad y que, de momento, no da signos de remitir, al contrario. La sociedad humana está cambiando de estado; está pasando del sólido al líquido, de la relativa estabilidad a la inestabilidad creciente. La gran pregunta es: ¿nos detendremos a tiempo? ¿Sabremos reconducir la situación? ¿O lo que está pasando es el tránsito hacia un estadio todavía más incierto y angustioso, hacia una sociedad gaseosa, en donde la vida aún será una lucha más desesperada?

Esta situación de desorden y confusión que percibo a mi alrededor, de inestabilidad vital, que para muchos ya es una realidad, y que me angustia al pensar en el futuro que espera a mis nietos, Bauman la expone punto por punto y nos muestra su origen, sin ofrecer ninguna solución. Porque la condición humana es la que es y va por donde va empujada por los vientos cambiantes que construyen nuestra Historia. Y Bauman es simplemente un sociólogo, no un visionario.

¿Entendéis, pues, por qué tenía que detenerme y tomar aire para continuar?