
Estos últimos días Isabel estuvo en Barcelona y fuimos dos veces al cine. Venía con la fijación de ver Roma, de Alfonso Cuarón, y cuando Isabel tiene una fijación ya no hay más que hablar. La otra, La favorita, de Yorgos Lanthimos, la eligió ante la falta de unanimidad entre sus amistades a la hora de valorarla, y, a pesar de mis reticencias tras haber pasado por la mala experiencia de Langosta (The Lobster, 2015), no me opuse. La verdad es que también me intrigaban unas opiniones tan contrarias.
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La favorita (The Favourite, 2018) es totalmente opuesta; es una película dotada de un cierto histrionismo esperpéntico, con colores densos, matizados por las tonalidades oportunas en función del escenario, decorados excelsos reseguidos por gran angulares panorámicos, protagonistas perversos e impúdicos, tocados por la ambición de poder y dotados de una buena dosis de crueldad, unas relaciones cortesanas marcadas por la conspiración, el libertinaje y la traición, y todo esto alrededor de una reina estúpida y enferma. El coctel es realmente fuerte y puede resultar excesivo. Solo si prescindimos de consideraciones morales y de lo que denominamos ‘buen gusto’ y nos dedicamos a mirar La favorita como la exposición cinematográfica de algunas de las peores facetas de la naturaleza humana con un cierto toque de humor podremos valorarla libres de prejuicios. Y si lo hacemos así, entonces nos daremos cuenta de que estamos ante una película bien dirigida, bien interpretada, con un guion eficaz y una ambientación magnífica.
Desde el punto de vista argumental, el relato se sitúa a principios del siglo XVIII y gira alrededor de la reina Ana de Gran Bretaña e Irlanda —Olivia Colman— y la lucha que se establece entre Sarah Churchill, duquesa de Marlborough —Rachel Weisz—, y su prima Abigail Masham (Hill de soltera), baronesa de Masham —Emma Stone—, por sustituirla como favorita de la reina.
En resumen, dos películas muy distintas y que recomiendo a todos los amantes del cine.