Sierra de Guara

4. De Bara al barranco del Mascún por las Gargantas Alta i Baja y regreso por La Costera y Otín

Mientras desayunamos, preguntamos a Luis cómo acabó anoche con el grupo de la ucraniana. “No quieras saber la juerga que se llevaban. Al final les tuve que decir que quería cerrar”, nos dice en un tono que parece que el fastidio aún le dure.

Como tenemos que dejar las habitaciones, volvemos al camping para cargar el equipaje en el coche y, a continuación, nos dirigimos a Bara, que ocupa una pequeña cuenca abierta por el río Alcanadre, que atraviesa el macizo de Guara de norte a sur. A su paso por Guara, el Alcanadre excava espectaculares barrancos, como Las Gorgas Negras, Barrasil y La Peonera. Las aguas del Mascún y del Guatizalema van a para a él, y juntas, al Cinca, y del Cinca al Ebro.

En Bara (930 m) termina la carretera que penetra en el corazón de la sierra de Guara por el norte y que pasa por Belsué, Nocito, Bentué de Nocito y Used. Aparcamos y sobre las 10 h empezamos a seguir las señales del GR-1. Pero estas señales iniciales nos conducen a un punto del río que no puede cruzarse sin mojarte. Un grupo de excursionistas franceses de la tercera edad que llevamos delante optan por retroceder; nosotros insistimos en encontrar un vado. Al final lo encontramos y cruzamos el Alcanadre. Ahora se trata de retomar el GR. El mapa nos conduce en la dirección correcta y encontramos el sendero señalizado, que ya no dejamos hasta Nasarre (1.160 m), en donde nos detenemos para ver la iglesia románica del siglo XI, restaurada. El pueblo está abandonado,

En Nasarre dejamos el GR-1 y seguimos por el camino que un poste indicador dice que lleva al dolmen de la Losa Mora y a Rodellar. Transitamos por lo alto del territorio en el que se ha encajado la red fluvial de Guara y el paisaje es de ondulaciones y pendientes suaves, con algunas sierras que sobresalen. La ausencia de árboles se explica porque ha sido una zona tradicional de pastos y cultivos, ahora abandonados; la formación vegetal dominantes es la de boj y erizón, que ya hemos visto en otros puntos.

En el dolmen de la Losa Mora son visibles la cámara sepulcral y restos del túmulo que la cubría. Se excavó en 1935 y se encontraron fragmentos de huesos y hachas, puntas de flecha y cuchillos de sílex. Su emplazamiento es justo al pie del Tozal de los Moros, antes de que el camino empiece a descender y se interne en la Garganta Alta, entre el Tozal de Nasarre (1.403 m) y el Puntal de la Ventosa (1.153 m), y siga por la Garganta Baja, entre el Tozal de las Gleras (1.141 m) y la Peña Grau (1.117 m).

Caminar por el fondo de las Gargantas Alta y Baja produce una intensa sensación de soledad y da la impresión de regresar al tiempo de la piedra, cuando los humanos buscaban resguardo y protección en cuevas excavadas en las paredes de los barrancos. Si este criterio en la elección de la vivienda hubiese perdurado en el tiempo, en estos momentos la sierra de Guara sería una especie de ciudad y los barrancos sus calles, con centenares de familias troglodíticas viviendo en ellos.

La Garganta Baja va a parar al fondo del barranco del Mascún, muy cerca de la fuente de Mascún, un manantial de agua que alimenta en curso de este río, que viene de más arriba, del sector de Bagüeste y Letosa. Nos detenemos en la fuente a descansar y a comer un poco. Estamos en el nivel más bajo del recorrido, 720 m.

El barranco de Mascún es uno del más bellos y sorprendentes de la sierra de Guara, un magnífico ejemplo de exhumación de un relieve kárstico por la erosión fluvial. Las aguas corrientes superficiales, en una labor de varios millones de años, han cortado la roca caliza como un cuchillo corta un taco de mantequilla, dejando al descubierto el modelado de las corrientes subterráneas en su interior. Pozos, galerías, cuevas, estalactitas y estalagmitas han quedado a la luz del día, y convierten las paredes de los barrancos en una verdadera sinfonía de piedra.

Proseguimos barranco arriba hasta encontrar, a la izquierda, el sendero que lleva a Otín, conocido como La Costera, y empezamos a subir. El sendero es empinado y pedregoso, incómodo de seguir, pero su entorno es tan fantástico que ni te das cuenta. Nos detenemos a menudo a fotografiar las formas curiosas que el agua ha esculpido en la roca: agujas, puentes de piedra, torreones… Ascendemos junto a dos construcciones con nombre propio; La Ciudadela y la Cuca de Bellostas; que contemplamos desde diferentes puntos de vista. Poco a poco, las superamos y las dejamos atrás. Fèlix me llama la atención sobre una roca que hay junto al camino. Está llena de nummulites; los fósiles deben de medir entre uno y dos centímetros de diámetro.

Cuando llegamos a la parte superior del barranco, la visión amplia y elevada de la pared de enfrente iluminada por el sol es un espectáculo. Seguimos y el sendero se convierte en un camino ganadero con vallas de piedra seca a ambos lados hasta Otín, otro de los pueblos serranos abandonados. Otín se distribuye en dos barrios; la iglesia ocupa la parte más elevada y está muy deteriorada. Son las 15 h y nos detenemos en una encrucijada de caminos, junto a unas casas, para comer a la sombra de un quejigo, que aquí son abundantes.

Pensamos en las tres horas largas que tenemos de coche hasta Barcelona y nos damos prisa. Para regresar a Bara nuestra intención es tomar en GR-1 que dejamos en Nasarre, pero un nuevo error del mapa, que no señala la encrucijada donde toca, nos confunde. Al cabo de media hora nos damos cuenta y corregimos el error sobre la marcha, sin tener que volver atrás. Eso sí, damos un rodeo de veinte minutos. Finalmente, a la altura del caserón de La Pardina encontramos el GR-1 y ya no lo abandonamos hasta Bara, adonde llegamos a la 17,30 h.  

Como tenemos que pasar por Nocito de vuelta, decidimos detenernos para tomar unas cervezas ―con el calor que hemos padecido de regreso, los tres las soñábamos. De paso, aprovechamos para ducharnos en el camping y cambiarnos de ropa. Natxo hasta se perfuma. Félix y yo le hacemos broma. La salida se ha terminado y estamos contentos; salvo la Val d’Onsera, hemos hecho todo lo que habíamos previsto y con buen tiempo; quizás demasiada calor. Por estos parajes, en pleno verano no se debe poder transitar.