Sara i Jeremies, de Sebastià Alzamora

Hoy es Sant Jordi y creo que lo más apropiado es que la nota trate de un buen libro. Y el libro que he elegido es la novela Sara i Jeremies, de Sebastià Alzamora, premio Ciutat de Palma 2001, y segunda obra en prosa del autor, que se inicia como literato con la publicación del libro de poemas Rafal (1994, premio Salvador Espriu). Tiene, entonces, 22 años. Su primera obra narrativa, L’extinció, también es una obra galardonada ―obtuvo el premio Documenta del año 1999. La irrupción en el mundo de las letras de Sebastià Alzamora es, pues, estelar y, con sus pocos años, consigue situarse entre los mejores escritores en lengua catalana. Posición que mantiene con obras posteriores ―con el poemario El benestar gana los Jocs Florals de Barcelona el año 2003, el 2005 gana el Josep Pla de narrativa con La pell i la princesa, el 2008 el Carles Riba con La part visible y el 2011 obtiene el premio Sant Jordi con Crim de sang. Una cosecha de galardones difícil de igualar, que lo consagra como una sólida realidad de la literatura catalana.

 Leí Sara i Jeremies cuando salió publicado el año 2002 y me la he vuelto a leer hará cosa de un mes para recuperar el recuerdo y las sensaciones que me provocaó en su momento. La recordaba como una novela intensa, que, después de haber leído L’extinció, obra que consideré sobretodo un brillante ejercicio de estilo, me sorprendió por el pulso narrativo que su autor pone de manifiesto a través de un relato entrecortado, trágico y tierno a la vez, en el que el amor de los dos protagonistas termina triunfando sobre la maldad. Incluso, en la placidez familiar en el que se enmarca el relato de la decadencia de Sara y de Jeremies, el drama que hay tras sus vidas es como una pesadilla, la sombra tenebrosa de un pasado que parece irreal por su extremada crueldad.

También recordaba la precisión descriptiva de determinados pasajes de la novela ―por ejemplo, el de la matanza del cerdo― y que, al contrario de en L’extinció, la enraizan en un paisaje y a unas costumbres que Alzamora conoce bien, porque son los de su Mallorca natal. Y esto le da una dimensión de crónica costumbrista que la enriquece con la pátina de la autenticidad, de aquello que se ha vivido y que surge más del corazón que del intelecto. He leído buena parte de la obra narrativa de Sebastià Alzamora, y aun apreciándola en lo que es: la obra de un buen escritor; encuentro que Sara i Jeremies es lo mejor que, de momento, nos ha dado a los lectores. Una novela emocionante y desgarradora, que rezuma amor a pesar del drama que describe, en una Mallorca rural sacudida por la Guerra Civil.

Esta Semana Santa pasada, a raíz de la presentación de mi novela La venus negra, he tenido ocasión de conocer un poco más a Sebastià Alzamora, y en su sencillez y afectuosa amabilidad he reconocido al hombre que dibuja con delicadeza el amor que envuelve la vejez de Sara y de Jeremies, o que describe con emoción la muerte del poeta Bartomeu Rosselló-Pòrcel; lo que no he sabido descubrir aun es dónde enraíza la parte oscura de este artista excelente que igualmente se deleita en ofrecernos personajes abyectos, de aquellos que trastornan el alma de los lectores, y descripciones macabras que evocan el más puro romanticismo gótico. Son los enigmas del genio.