En pocos días de diferencia vi la película El escándalo (Bombshell, 2019), de Jay Roach, y la miniserie de TV La voz más alta (The Loudest Voice, 2019). Ambas tratan del mismo tema: el personaje de Roger Ailes, el hombre que fundó y dirigió Fox New Channel, el canal de noticias más visto de los Estado Unidos, hasta que fue obligado a dimitir en el año 2016 tras ser acusado por una periodista de su cadena de acoso sexual, acusación a la que se añadieron varias mujeres más. Y si la película, centrada sobre todo en la última etapa de Ailes, ya me enervó, la serie, que abarca un periodo más largo de su vida, acabó de exasperarme y me hizo aborrecer a un individuo que aplicó su inteligencia y su poder a manipular, amenazar y destruir vidas sin ninguna contemplación.
Egoísta, cínico y paranoico, desarrolló y potenció en un ámbito democrático un estilo de periodismo propio de regímenes totalitarios, que consiste en dar categoría de verdad a una mentira a base de repetirla y repetirla en los medios de comunicación. Una estrategia de “todo vale a fin de lograr el objetivo” y que puesta al servicio del Partido Republicano acabó situando a Donald Trump en la Casa Blanca. Y mientras hacía esto y se presentaba públicamente como el último defensor de los valores genuinos norteamericanos ante un establishment impregnado de ideas comunistas, vejaba, acosaba y abusaba sexualmente de las mujeres que lo rodeaban y que mantenía silenciadas con la amenaza de destruir su carrera profesional.
Además de satisfacer a los votantes conservadores, la agresividad verbal de los presentadores de la cadena y la falta de escrúpulos en la forma de hacer periodismo cautivó a un público con poco criterio e incapaz de reaccionar ante el vehemente relato Fox News en favor de unos y en contra de otros. Para él, informar era distorsionar y mentir en interés de sus ideales conservadores, y convencer a los espectadores de las fake news que, en su delirio de omnipotencia, inventaba era el objetivo principal de su cadena televisiva.
“Di a tu gente lo que quiere oír”, era su lema, y su gente eran los que pensaban como él y un amplio espectro de población blanca norteamericana cargada de amargura y que culpa de sus problemas a los negros, los inmigrantes, las feministas, los ecologistas y a todo lo que tiene que ver con valores progresistas y de cambio social hacia la igualdad y la tolerancia.
Roger Ailes murió de un ataque al corazón tres meses después de que dimitiera, pero su herencia venenosa ha quedado y ha dado carta de naturaleza a una forma de hacer periodismo indigna que aquí ya se había practicado durante la dictadura franquista y que a vuelto a resurgir.
Podéis encontrar la serie en la plataforma Movistar; solo por la interpretación de Russell Crowe, casi irreconocible en la caracterización de Roger Ailes, vale la pena verla. La película adolece de una cierta precipitación narrativa que la hace confusa y cuando sales del cine tienes la sensación de haberte perdido algo.