Reflexiones

Sobre la violencia

La sociedad catalana está conmocionada por el asalto armado de un muchacho de 13 años en el instituto Joan Fuster, que ha causado la muerte de un profesor y cuatro heridos. Es un hecho aislado, repiten educadores y psicólogos para tranquilizar a la población. Y seguramente tienen razón. Pero hechos aislados como éste se producen con cierta regularidad en el mundo occidental, paradigma de la civilización.

Por otro lado, la violencia de género sigue produciendo víctimas. El mismo día de los hechos en el instituto Joan Fuster, en Lleida se juzgaba a un muchacho de 18 años por haber asesinado a una chica de 14. En España, cada año hay decenas de víctimas de violencia de género y los casos no disminuyen. Y a éstos ya no se los puede considerar casos aislados. Responden a un patrón de comportamiento machista que incluye la violencia como sigo de identidad.

La semana pasada, no recuerdo donde, se juzgó a dos jóvenes por haber matado a otro de una banda rival a la salida de una discoteca. Éste tampoco es un caso aislado; las muertes de muchachos pertenecientes a bandas juveniles también se producen a menudo.

Educadores, sociólogos y psicólogos analizan este fenómeno y le dan explicaciones. Otros recurren a lugares comunes para justificarlo ―La naturaleza humana es violenta. La violencia reina en la Naturaleza. La competencia implica violencia. La violencia forma parte de la carga genética animal. De acuerdo, pero también las personas quieren vivir tranquilas, y las comunidades buscan la paz para desarrollarse, y todos sabemos que las confrontaciones implican inestabilidad y sufrimiento. Además, nadie dudará que el rasgo distintivo del ser humano es la capacidad de racionalizar sus instintos y controlarlos. Precisamente, pienso que esto nos permite la convivencia pacífica y es el objetivo principal del hombre-animal hacia la humanización absoluta. Dominar a la bestia.  

La ciencia avanza, y avanza la tecnología, y el progreso parece ilimitado; pero seguimos matándonos los unos a los otros con saña y la violencia impregna el comportamiento de nuestros jóvenes y los arrastra a cometer acciones criminales absurdas. Son casos aislados. Sí, son casos aislados los que sacuden a la sociedad, pero la violencia está en todas partes y nos lleva a vivir en estado de alerta. Solo hace falta ir a los aeropuertos para comprobarlo, o simplemente asistir a un partido de futbol de clubs rivales.

Y mientras educadores, familiares y otros colectivos se esfuerzan en comunicar valores de convivencia y de paz, las multinacionales del espectáculo y el entretenimiento producen videojuegos, películas, series de televisión y comics en los que la violencia es el principal elemento de diversión, por no decir el único. Estoy convencido de que todos estos comportamientos violentos de adolescentes y jóvenes, algunos de los cuales, estamos viendo con estupefacción, pasan a formar parte de grupos terroristas que hacen alarde de una crueldad delirante, en buena medida son consecuencia de la exaltación de la violencia que la misma sociedad lleva a cabo a través de estos héroes de ficción que golpean, disparan, conducen máquinas de exterminio, descuartizan y eliminan a los “malos”. Esta es la gran coartada; siempre se actua contra los “malos”. ¿Pero quién  son los “malos”? ¿Quién les cuelga la etiqueta? Es tan fácil para una persona inmadura, que precisa de modelos a imitar, caer en la tentación de la violencia justificada. Tan solo hace falta situar la etiqueta de “malo” al colectivo que le resulte más odioso. La historia está llena de ejemplos.