Como ya viene siendo tradicional, por las vacaciones de Navidad Isabel y yo organizamos una salida con amigos para clausurar el año caminando, que a nuestra edad es el ejercicio más sano que podemos hacer sin correr ningún riesgo o casi. En esta ocasión el grupo habitual quedó reducido a cuatro a consecuencia de un suceso luctuoso que retuvo a Dolors y a Toni en Palma, la lesión de Joan y un resfriado inoportuno de Toni —otro Toni (en Mallorca los Tonis son legión). El recorrido elegido es subir a las casas de Binifandó desde la Vall d’en Marc siguiendo el GR-221 y, una vez allí, dar la vuelta a la Moleta de Binifaldó, pasando por la finca pública de Menut.
A las 10,30 h, nos encontramos con Maria Rosa y Joan, los embarcamos en nuestro coche y tomamos la carretera Ma-10 hasta el kilómetro 5,3, de donde sale, por la izquierda, la carretera vieja de Pollença a Lluc, que se interna en la Vall d’en Marc. Circulamos por ella hasta que una doble señal de dirección prohibida nos detiene y aparcamos en un ensanchamiento lateral. Cogemos mochilas y bastones y empezamos a caminar. Son las 11 h. Tras andar unos 800 m por un pavimento de hormigón estampado, que tomo como modelo para substituir la grava de Son Bauló, que me tiene amargado, seguimos un sendero señalizado y nos adentramos por un encinar húmedo y umbrío con numerosas eras de carbonero y pequeñas barracas de piedra en ruinas, testimonio de la antigua explotación del bosque.
En zigzag, coincidiendo de vez en cuando con la carretera vieja de Pollença a Lluc, ascendemos de los 200 metros de donde hemos dejado el coche hasta los 600 del amplio rellano a pies del Puig Tomir (1.104 m) en donde se hallan las casas de Binifaldó. La ascensión es cómoda por atajos empedrados y tramos de pista abiertos en el encinar. Poco antes de alcanzar el rellano encontramos la Font de Muntanya, una mina de agua cubierta por una bóveda de cañón, con un mesa y rústicos bancos de piedra en el exterior. Nos detenemos un momento para beber y proseguimos.
Cerca de las casas, la visión se dilata y ante nosotros se estiran las montañas de la Serra de Tramuntana, desde el Puig Major hasta el Puig Ciuró, pasando por las moles calcáreas del Massanella, el Puig Roig y el Puig Caragoler. Las casas de Binifaldó, actualmente de titularidad pública, han abandonado su función agropecuaria para convertirse en dos refugios de montaña susceptibles de alquilarse a través de la Conselleria de Medi Ambient. Nos enteramos de ello cuando estamos comiendo algo en el patio de las casas y Joan se encuentra a un amigo que ha alquilado una para pasar el fin de año con la familia. He observado que estos encuentros casuales con amigos y conocidos son frecuentes en Mallorca. Sin ir más lejos, cuando subíamos nos hemos topado con la hermana de uno de los que no ha podido venir, que hacía el recorrido en sentido contrario. Debe de ser cosa de la insularidad.
Retomamos el camino siguiendo el GR-221 hacia el refugio de Son Amer, en Lluc, por una pista asfaltada que llega a la antigua planta embotelladora del agua de Binifaldó, hoy abandonada. A la izquierda, poco antes de alcanzar el Coll des Pedregueret, un pequeño camino entre encinas centenarias conduce a la Font des Pedregueret, lamentablemente seca. Desde el collado parte uno de los caminos que sube al Tomir, que hará cosa de cinco o seis años seguí con Fèlix y con Natxo en el transcurso de la última etapa de la travesía de la Serra de Tramuntana
En el collado, dejamos el asfalto y por un botador enlazamos con el sendero que, por la falda sudoriental de la Moleta de Binifaldó, nos conduce al Coll Pelat (686 m), cota máxima de nuestro recorrido. El encinar sigue ofreciendo un marco boscoso esplendido, que no nos cansamos de admirar. Aquí abandonamos el GR-221 y por una pista que desciende en dirección noroeste llegamos a la finca pública de Menut, hoy reconvertida en vivero forestal donde se reproducen especies vegetales autóctonas para la repoblación de los bosques. Frente la antigua posesión, que encontramos cerrada, hay unos cipreses colosales que por sí solos justifican la dedicación de la finca a preservar la riqueza forestal de la isla. Unos ejemplares tan bellos tenían que inspirar una idea noble como ésta, pienso con admiración.
En la entrada de la finca enlazamos con la carretera de acceso a las casas de Binifaldó desde la Ma-10; la seguimos en medio de un paisaje cárstico impresionante. El día se ha despejado definitivamente y el sol arranca tonos brillantes de verde donde antes había grises opacos y verdes cenicientos. El Tomir se muestra imponente e inaccesible bajo la luz directa de la tarde, y, satisfechos de todo lo que hemos visto, nos despedimos del paraje de Binifaldó y reemprendemos el regreso al coche.