De la Morera de Montsant a la Roca Corbatera por el Grau de la Grallera, descenso al Toll de l’Ou, ascensión por el Barranc de la Bruixa y regreso por el Grau del Carabassal.
Después de unos meses de caminatas moderadas por culpa de una fascitis plantar, el sábado pasado me apunté a salir con Natxo i Fèlix, que iban a la Serra de Montsant. El Montsant es una de las montañas más bellas de Catalunya. Una gran masa de conglomerados extendida de noreste a sudoeste, con riscos por el lado de levante y fuertes pendientes por poniente, con barrancos y desfiladeros. En otros tiempos, la abundancia de grutas y cuevas favoreció la presencia de ermitaños y anacoretas que buscaban a Dios en la soledad de la montaña; de ahí su nombre de Montsant.
Me pasaron a recoger a la 6,15 h y nos dirigimos a la Morera de Montsant, que era de donde partíamos. Pero antes nos detuvimos en el Forn de la Carretera, en les Borges del Camp, para comprar coques de recapte, cócs de espinacas y orelletes, que serían nuestro menú de la jornada. Nos lo dieron todo recién salido del horno y desprendiendo un aromo que abría el apetito. Solo por esto ya valía la pena la salida.
Empezamos a caminar a las 8,35 h y tras cruzar el pueblo de la Morera (740 m), tomamos el camino del Grau de La Grallera, que es uno de los más cómodos para ganar altura y situarte en la cumbre de la Serra Major. Desde el lomo donde hay un palo indicador (1.098 m) que distribuye a los caminantes en tres direcciones posibles, vamos a buscar el Comellar de la Cova de l’Ós. Pero antes de llegar a la cueva nos comemos los cócs de espinacas, que son una especie de coca envuelta con un relleno de espinacas, pasas y piñones. ¡Francamente exquisitos!
Pasamos por la Cova de l’Ós y seguimos bajando. Yo me huelo una de aquellas “sifonadas” que hacen las delicias de mis amigos. En efecto, el Toll de l’Ou és una poza de agua cristalina al fondo del Barranc dels Pèlags. A pesar de que desde arriba se ve perfectamente, descendemos hasta el torrente y nos refrescamos. Hace un color impropio de principios de marzo y, aunque solo llevamos una camiseta, estamos bastante sudados. El agua fría nos reanima y empezamos a remontar el barranco por el camino denominado Vorada d’en Franc, que suve suavemente hasta alcanzar la pista forestal que viene de Albarca. Retrocedemos por la pista unos 250 m y entramos en el Barranc de la Bruixa, que remontamos por un sendero hasta el Crist de la Sang (1.100 m). Desde aquí, por la línea de cumbre, hay un cuarto de hora de subida suave hasta la Roca Corbatera, pero mis amigos eligen pasar por la Font del Manyano, que está 50 metros más abajo de donde estamos, y alargar un poco más el recorrido.
Finalmente llegamos a la Roca Corbatera (1.163 m), cota máxima de la Serra de Montsant, y comemos contemplando las Muntanyes de Prades, los riscos de Siurana con el embalse a sus pies y Cornudella de Montsant. El día es claro, pero el aire no es del todo transparente y renuncio a hacer fotografías de paisajes dilatados para concentrarme en saborear la coca de recapte, que he subido hasta aquí doblada en su cartón para que me entrara en la mochila. La muerdo y aún está calentita, o al menos me lo parece.
De regreso empiezo a notar dolor en el talón y aflojo el ritmo. Recorremos los riscos de Sant Joan bordeando el precipicio hasta el Pla del Meloner y nos llegamos a la Cova Santa. Entramos en la cavidad arrastrando el culo por la roca húmeda hasta llegar a la primera cámara, que fotografío a golpe de flash.
Para amenizar el regreso a la Morera, mis amigos han elegido el Grau del Carabassal, que tiene varios tramos con cables, escaleras y agarraderos. El sol ya está bajo y el roquedo adquiere un tono cálido magnífico. A lo largo del sendero, que se descuelga sin contemplaciones entre paredes y bloques de roca, se producen juegos de luces y sombras que intento captar con la cámara y que me hacen olvidar la dificultad y la fatiga. Y de pronto, la pendiente disminuye y el camino pasa a circular elevado por la estrecha cornisa que hay entre las gradas ciclópeas que dibuja la montaña. Cuando miro atrás y solo veo un juego de grietas horizontales y verticales con franjas de vegetación incrustadas en la roca, me hago cruces de que hayamos podido pasar por allí. Quien descubrió este camino para subir a la Serra Major debía de ser un iluminado, uno de aquellos eremitas que, guiados por la mano de Dios, echó monte arriba hasta la Cova Santa por este paso de cabras.
Llegamos a la Morera de Montsant a la 17,40 h cansados, pero satisfechos de la jornada. Una vez más la incontinencia andariega de mis amigos ha superado las previsiones iniciales de seis horas y hemos caminado siete y media, cosa que mi fascitis les agradece, pero yo no tanto. No obstante, el día espléndido, con una temperatura primaveral, y un recorrido por el corazón de una sierra imponente me compensan de todos los sufrimientos.
Nos quitamos las botas, nos cambiamos las camisetas sudadas y nos dirigimos a Cornudella de Montsant. Allí compramos vino y aceite en el Celler Cooperatiu ―Fèlix, además, una bolsita de carquinyolis― y nos instalamos en el bar La Renaixença a tomar una cerveza y comentar las incidencias del día.