Desde hace unos años, por la segunda Pascua, Natxo, Fèlix y yo salimos a caminar tres o cuatro días. Este año hemos ido a la parte central del Pirineo, entre Navarra y Aragón. Nos ha hecho días buenos, pero con fuerte viento, y en algunas ocasiones también hemos encontrado más nieve de la que nos esperábamos. En total han sido cuatro caminatas que nos han permitido admirar las partes altas de los valles de Aspe, Salazar, Ansó y Rocal, con grandes bosques de pino albar, robles, hayas y abetos, y con extensos prados y praderas, tanto en el fondo de los valles, como en los rellanos y en la parte alta de las montañas, donde pastan los rebaños. Únicamente las crestas y las cumbres más elevadas son dominio de la roca desnuda.
2. Ascensión al pico d’Ori
El Ori (2.019 m) tiene la tiene la particularidad de ser el “dos mil” más occidental del Pirineo; a partir de aquí y hacia el Atlántico, la cordillera disminuye progresivamente en altura y ya no alcanza a superar esta cota. El Ori tiene una ascensión fácil –apenas una hora– desde el puerto de Larrau, que mis dos compañeros ignoraron para buscar otra más larga y complicada. A Natxo, que es quien traza los itinerarios, le gusta descubrir rutas nuevas, lo cual nos ha comportado a veces caminatas larguísimas cuando la realidad no concuerda exactamente con la cartografía. Recuerdo una ocasión en la sierra de Cazorla en la que, tras caminar todo el día, cuando teníamos que cerrar el recorrido bajando por un sendero que se descolgaba por un barranco, directo adonde habíamos dejado el coche, el sendero no estaba, se había perdido, y tuvimos que volver atrás por donde habíamos venido. Total, que llegamos al hotel a la 10 de la noche, con 12 horas de camino en las piernas y en los hombros.
En esta ocasión el camino dibujado en el mapa que ha desaparecido no es al final del día sino al principio. Sin embargo, mis dos amigos, viendo que el bosque está bastante limpio y permite transitarlo, empiezan a subir guiados únicamente por el instinto y la brújula. Y yo, naturalmente, les sigo. La ascensión desde el fondo del barranco de Ibarrondoa (1.440 m) por la Selva de Irati os puedo asegurar que fue lo bastante larga y pesada como para poner a prueba nuestra voluntad y forma física. Pero lo logramos. Tras una hora y cuarto de subir entre hayas y abetos imponentes, salimos a la luz de las praderas culminantes. Son las 10,15 h.
A partir de este momento nuestra ruta transita por praderas extensas, de un verde reluciente y fragante. Hemos cambiado el blanco de la nieve por el verde de la hierba primaveral. Eso sí, el viento sigue soplando con insistencia, quizás no tanto como ayer, pero molesto igual. Buscando el resguardo de la vertiente opuesta de donde sopla, reponemos fuerzas y continuamos. En la lejanía ya se ve el Ori y esto nos estimula.
Finalmente, tras 2,45 h de marcha llegamos a la cima, un lomo herbáceo en pendiente pronunciada por ambos lados que dibuja una línea de cumbres en sentido noroeste-sureste, que acaba en el collado de Tartako por el norte y en el puerto de Larrau por el sur. A pesar de que hemos subido en manga corta, ahora el viento nos obliga a abrigarnos.
No estamos mucho en la cumbre del Ori, el tiempo justo de hacer unas fotografías, llegarnos hasta el primer resalte de la línea de cumbres y beber un poco de agua.
Para acabar de rematar el día, el regreso lo hacemos describiendo un gran rodeo por el norte, hacia el collado de Tartako, de éste hacia el de Jauregizarreko y, lanzándonos de nuevo por un hayedo, el Carasol de Ibarrondoa, hasta el fondo del barranco, en donde encontramos la pista que nos conduce hasta el coche. En total 5,30 h de recorrido sin contar las paradas para desayunar, disfrutar de las vistas desde la cumbre y comer, cosa que hemos hecho cerca de las cabañas de Ibarrondoa, junto a un torrente, en donde nos hemos podido refrescar los pies.
Salimos por la pista que nos ha conducido hasta el punto de partido –por cierto, una pista transitable solo para vehículos autorizados y que esta mañana no hemos dudado en autorizarnos a hacerlo– y vamos hacia Izaba. Como la carrera de ciclista que se ha llevado a cabo esta mañana y que nos han dicho que reunía 14.000 participantes nos ha dejado sin alojamiento en el pueblo, vamos a Zuriza, en donde hemos reservado una habitación doble con supletorio, la única que quedaba.
Terminamos el día admirando un pacífico rebaño de vacas con numerosos terneros que les buscan las ubres y los riscos de la cara norte de la sierra de Alano, que nos recuerdan los del Cadí. El río rumoroso, las vacas paciendo y las montañas pintan un paisaje bucólico, que las autocaravanas y las rulots del camping, dispuestas ordenadamente como chalés en una urbanización, vienen a alterar.