Noticia de Son Bauló

Astenia primaveral

Instalado de nuevo en Son Bauló, veo entrar la primavera con la alegría obscurecida por el azote de la pandemia. Aquí no se viven tan intensamente las limitaciones de las prohibiciones como en la ciudad, pero igualmente pesan en el ánimo. Es una especie de tristeza apagada que te impregna a medida que las noticias que vas recibiendo confirman que todavía estamos lejos de detener la enfermedad y que la vacunación va lenta y a empujones, sujeta al suministro de vacunas de las farmacéuticas, que en la desgracia global ven la oportunidad de hacer negocio.

¿Es esto inmoral? Más allá de valoraciones éticas, tenemos que admitir que son las reglas del juego que la humanidad ha optado por jugar: un capitalismo feroz e implacable basado en la obtención de beneficio.

Los defensores del sistema dirán que precisamente es este beneficio el que hace girar la rueda de la economía. Con el beneficio reinvertido, la investigación avanza y la civilización va haciendo camino. ¿Pero qué camino?, deberíamos preguntarles. ¿Y hacia dónde? Está claro que la dirección que llevamos precisa de un cambio de rumbo, que, de momento, no somos capaces de dar. Los signos de agotamiento del modelo en relación al planeta en que vivimos son claros, pero la inercia de la rueda no permite detenerla de golpe y, a pesar de que se quiere frenar y girar el volante, el impacto contra el muro del cambio climático y sus efectos es inevitable.

Cada vez los fenómenos meteorológicos de consecuencias catastróficas son más frecuentes, el nivel del mar sube y centenares de miles de refugiados climáticos se suman a los de las guerras y las hambrunas, y los países considerados estables se desestabilizan ante los problemas que esto comporta. Y es que no hay ninguna solución global que haga frente a lo que ya está aquí y llama a la puerta. Los campos de refugiados llevan años establecidos en territorios marginales y camino de convertirse en ciudades suburbiales, vertederos humanos en donde van a parar aquellos en los que la desgracia a enraizado en sus vidas. Y desde las ciudades asentadas, los que participan en esta inmensa partida de ajedrez, se lo miran con la indiferencia del egoísmo ciego, que no permite ver lo que no se quiere ver.

Sí, la primavera se instala indiferente a todo lo que nos está pasando porque la marcha del universo es indiferente a las tribulaciones de la especie humana. Del mal camino seguido solo nosotros seremos los responsables y pagaremos las consecuencias junto con otras especies biológicas más. Pero aparecerán nuevas especies, mejor adaptadas a este mundo que se avecina y entrarán en competencia con nosotros, que, llevados por la autocomplacencia de proclamarnos los reyes de la naturaleza, la estamos tratando sin miramientos, con la brutalidad propia de la estupidez.

En fin, mi intención era hablar de la primavera y de las plantas que, con su floración, alegran el entorno de Son Bauló estos días. Pero me he dejado llevar por esta sensación de desánimo que me invade cuando entro en el análisis de lo que está sucediendo a mi alrededor como individuo perteneciente a un colectivo, cuando deposito la mirada en una humanidad trastornada por un virus incontrolable que no se sabe de dónde ha salido, cuando pienso en las luchas fratricidas que llenan los campos de batalla de muertos, cuando veo la desesperación resignada reflejada en el rostro de tanta gente, cuando me entero de absurdas disputas políticas, cuando pienso que los intolerantes avanzan con su intolerancia como bandera y cada vez más gente los sigue… Todo esto me abate y me entristece, como si sufriese de astenia primaveral. Quizás sea esto. ¡Ojalá lo fuese! Pero me temo que no.