Noticia de Son Bauló

Llueve. Y la perspectiva es que siga lloviendo mañana y pasado mañana. Y hace frío. Tenemos la estufa de leña encendida de la mañana a la noche y a penas conseguimos alcanzar los veinte grados en la sala; más allá, la casa está más fría. Yo me refugio en el altillo y leo, escribo y miro fotografías para colgarlas en Instagram. Porque desde el mes de junio formo parte de la gran familia global de Instagram.

Desde que me he incorporado a esta red social he retomado con gusto la actividad fotográfica, que últimamente había abandonado. Cuelgo una foto cada día. Fue la editora de Columna quien me recomendó que lo hiciese, que si no estás en Instagram hoy día no eres nadie. Facebook está en decadencia y Twitter es una olla de grillos; Instagram y You Tube son las mejores opciones de escaparate. La idea es lograr un grupo de seguidores que, llegado el momento de la publicación de Atlàntic, se puedan hacer eco de la aparición de la novela. Ésta es la idea, pero no sé si voy por buen camino. Porque, de momento, casi todos los seguidores que consigo son fotógrafos, más interesados por las fotos que cuelgo que por los textos con que las ilustro para acreditar mi buen hacer literario.

Ya hace más de un mes que estoy en Son Bauló y en este tiempo me he ocupado poco de la finca. Me he limitado a cortar la hierba de los espacios por donde transitamos más, pasar el motocultor por el huerto y hacer leña, que consumimos a un ritmo endemoniado. Por suerte, o por desgracia, los almendros muertos por la Xylella fastidiosa nos aseguran una provisión de madera para varios años.

Y hablando de desgracias naturales, el escarabajo picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) ha hecho acto de presencia en Son Bauló y sus larvas blancas y gordezuelas han atacado, voraces, una de las dos palmeras que tenemos hasta un punto tal que he optado por eliminarla. Corté la copa, que era donde más larvas había, y estoy esperando que Miquel arranque el tronco con el tractor para quemarlo

También hemos hecho varias caminatas por la Serra de Tramuntana, el Raiguer, s’Albufera, la finca de Son Real y la Platja de Muro, y hemos subido un par de veces al Puig de Sant Martí. Caminar al aire libre es la fórmula que hemos adoptado para vernos con los amigos en tiempos de pandemia y a mí me da pie a fotografiar.

En cuanto a lecturas, a pesar de que traje dos libros de Italo Calvino que había adquirido poco antes de venir, he estado leyendo tres novelas que saqué de la biblioteca pública de Can Picafort. Las tres escritas por mujeres: Atrapa a la liebre, de Lana Bastašić, No estoy aquí, de Anna Ballbona, y Reflejos en un ojo dorado, de Carson McCullers. Y no ha habido color. A pesar de la buena prensa de las dos primeras, la escritora norteamericana se ha impuesto por su sentido narrativo, profundidad psicológica y estilo literario. Reflejos en un ojo dorado es una buena novela que juega la carta del thriller psicológico con la personalidad suficiente como para eludir la etiqueta. Después de leerla he sabido que John Huston hizo una adaptación cinematográfica con Elizabeth Taylor y Marlon Brando como protagonistas el año 1967. Me apetece verla. Cuando esté en Barcelona la buscaré en alguna plataforma.

Por cierto, regreso la semana próxima y creo que, tal como están las cosas, tendré tiempo de sobra para mirar películas, leer y hacer todo lo que se puede hacer para entretenerse sin salir de casa.