Cala Magraner, cala Pilota, cala Virgili y cala Bota
Los meses de setiembre y octubre son ideales para visitar las calas vírgenes que aún quedan en Mallorca. La temperatura te permite caminar sin sudar demasiado y, si sudas, tienes la recompensa del baño en un agua que todavía cálida.
Este final de setiembre fuimos al litoral de levante. Se trata de un litoral calcáreo, elevado entre 3 y 30 metros, en el que los torrentes han excavado una serie de entradas ―las calas―, algunas bastante profundas, al final de las cuales suele haber una pequeña playa de arena o cantos rodados. Vista desde el cielo esta costa dibuja una línea recortada, con entrantes y salientes, de gran belleza.
Para situarnos en la cala Magraner desde Manacor, se toma la carretera de las Calas de Mallorca (Ma 2015) hasta la confluencia con la Ma 401-4, que resigue esta parte del litoral. En este punto es preciso girar a la derecha, en dirección Calas de Mallorca, y recorrer 1.500 m antes de dejar el coche en un ensanchamiento de la cuneta y tomar por un camino que sale del otro lado de la carretera, es decir, de nuestra izquierda. Tras unos 25 minutos de marcha ―no alcanza los 2 km de distancia―, llegamos a la cala.
Cala Magraner es relativamente ancha, debe de hacer unos 60 m, de arena y está flanqueada por dos riscos; el de la izquierda, más alto que el de la derecha, suele atraer a escaladores. De hecho, cuando llegamos, hay tres o cuatro encaramados en la pared. Nos bañamos y proseguimos.
Salimos de la cala por la derecha y remontamos por un camino que se convierte en pista, la cual abandonamos enseguida, al iniciarse una curva cerrada, y tomamos por el roquedo para situarnos en la punta del risco. Desde aquí la vista es espléndida y se puede apreciar que, en realidad, cala Magraner es uno de los dos brazos de un entrante más ancho definido por la Punta del Moro, al norte, y Ses Maleres, al sur.
Siguiendo el borde de la costa continuamos por una de las numerosas sendas que se insinúan entre el monte bajo de lentiscos, estepas y romeros, y solo unos metros más allá ya vemos el otro brazo, el de cala Pilota. Seguimos por este terreno abrupto hasta el pequeño arenal de poco más de 20 m de la cala y nos volvemos a bañar.
Abandonamos cala Pilota por la derecha, por un sendero que circula por la roca hasta llegar a la parte superior de la plataforma calcárea que constituye este sector del litoral. Atravesamos una pista y siguiendo en dirección sur por donde el monte nos parece transitable, llegamos a cala Virgili. Aquí la playita es de cantos rodados y más pequeña aún que la de cala Pilota, apenas 15 m. Nos bañamos una vez más y comemos sentados en un pequeño rellano de roca a la sombra de unos pinos.
En el roquedo que cierra la cala por la izquierda hay la cueva de les Dones, inundada por una película de agua de mar que conforma una magnífica piscina natural. El acceso es difícil y hace falta ir bien calzado. También se puede acceder por mar mediante un breve buceo a través de una estrecha abertura.
La salida de cala Virgili es por detrás, por una pista en cuesta que remonta hasta otra, algo más ancha. Giramos a la izquierda y tomamos esta pista que circula por el llamado Pla des Seny y que recorrida a pleno sol puede llegar a hacértelo perder. A unos 600 m encontramos una desviación a la izquierda y la cogemos. Es la pista que nos conducirá a cala Bota, la última de nuestro recorrido. Llegamos cuando el sol ha empezado a descender y la mitad está en sombra. A pesar de ello, dejamos las mochilas, nos sacamos la camiseta y volvemos a bañarnos para hacernos pasar el calor.
Finalizado el baño, retrocedemos hasta la pista del Pla des Seny, doblamos a la izquierda y la seguimos hasta alcanzar el punto de la carreta que va de la Ma 401-4, a la altura de S’Hospitalet Vell, hasta el conjunto de urbanizaciones conocido como Calas de Mallorca, en donde hemos tenido la precaución de dejar un segundo coche para ir a buscar el primero. En total el recorrido es de solo unos 6 km, pero entre los baños, hacer fotografías y comer, se nos han hecho las 6 de la tarde.
Terminamos nuestro itinerario con una visita al yacimiento arqueológico de S’Hospitalet Vell ―nombre de la finca en donde se localiza―, uno de los más interesantes de Mallorca, ya que agrupa estructuras naviformes, restos de talaiots, uno cuadrado y otro circular, y un recinto rectangular de arquitectura ciclópea con diversas dependencias de difícil adscripción en cuanto al uso. El estudio de todo el conjunto ha puesto de manifiesto una ocupación anterior al siglo IV a. C., que se alarga hasta la época musulmana, con un intervalo de abandono en el periodo romano.