Las Cuevas del Drac

Un recorrido por el sistema de galerías más extenso de Mallorca

El día 31 de diciembre visité las Cuevas del Drac. Isabel tenía unas invitaciones y las aprovechamos. Creíamos que, dada la fecha, habría poca gente, pero nos encontramos con unas 300 personas haciendo cola para introducirse al interior de la tierra con nosotros.

Y es que las cuevas ejercen una gran fascinación porque ponen de manifiesto la grandeza y el misterio de los procesos que modelan la corteza terrestre, que es el escenario de nuestra existencia. Hay algo mágico en las cuevas, que, aunque conozcas el proceso de formación, no deja de cautivarte. Es un paisaje inusual y oculto, que no estamos acostumbrados a ver, y nos sorprende por su elegancia y fantasía en las formas. Estalactitas, estalagmitas, cortinas, columnas, coladas carbonatadas, lagos de aguas transparentes, ríos cristalinos que fluyen en la oscuridad… Todo esto se despliega ante nuestra mirada maravillada cuando visitamos unas cuevas.

La verdad es que si has visto varias, la sorpresa disminuye, porque todas responden a unos mismos patrones de formación. Un terreno de roca caliza, rico en carbonato cálcico fácilmente soluble por el ácido carbónico que contiene el agua de la lluvia, permite filtraciones por grietas y fisuras, que, al disolverse, se van ensanchado y profundizando, convirtièndose en simas y corrientes de agua subterránea. Estas corrientes circulan por el subsuelo hasta alcanzar su nivel más bajo, el nivel freático, que suele ser un río, un lago o el mar. Este proceso químico de disolución de la roca —karstificación—, desarrollado a lo largo de millones de años, junto con la variación del nivel freático, es el que ha construido la red de galerías que visitamos cuando nos introducimos al interior de una cueva.

Normalmente las cuevas visitables están formadas por galerías abandonadas al descender el nivel freático y establecerse la circulación del agua unos metros más abajo. Es en estas galerías, en las que se alternan grandes cavidades —salas— con pasos más estrechos, donde las filtraciones y el goteo permanentes han construido las formas que nos llaman tanto la atención y que no son nada más que acumulaciones del carbonato cálcico que llevaba el agua, depositado, micra a micra, a causa de la lenta evaporación de la gota que lo contenía. Para que una estalactita y una estalagmita de una gran sala se unan y formen una columna tienen que pasar centenares de miles de años.

A pesar de que se conocían de mucho antes —en su interior se ha encontrado cerámica talayótica, romana y musulmana—, la fama de las Cuevas del Drac arranca a finales del siglo XIX, sobre todo cuando el archiduque Luís Salvador de Austria invita al espeleólogo E. A. Martel para que las explore. Las campañas de Martel (1896 y 1901) proporcionan estudios acompañados de planos, grabados y fotografías que se publican en toda Europa. En el año 1922 se hace el primer acondicionamiento para que las cuevas se puedan visitar, y en el año 1934, el ingeniero Carles Buïgas las ilumina. Y cuando se produce el boom turístico de la segunda mitad del siglo pasado, las Cuevas del Drac pasan a ser una atracción de masas con una cifra de visitantes que se sitúa actualmente cerca del millón al año.

La visita es de una hora de duración y se programa en grupos de 500 personas, que se desplazan por un camino protegido con barandas mirando y fotografiando las formaciones estalagmíticas hasta llegar al lago Martel, el punto más bajo del recorrido. Ahí se sientan en una especie de platea subterránea y se les ofrece un breve concierto desde una barca que se pasea por el lago escoltada por dos más en medio de una oscuridad casi absoluta. El lago, bastante extenso para tratarse de un lago subterráneo —unos 2.000 m²—, es de agua salada y nos indica que hemos llegado al nivel freático del sistema, que en este caso es el mar, que bate al exterior de la cueva, a pocos metros de donde estamos.

A partir de aquí, un largo tramo de escaleras te conducen hacia la salida, que en realidad es la entrada natural de la cueva. El acceso lo hemos hecho por un túnel artificial que te introduce directamente a la Cueva de Luís Salvador. El recorrido es de unos 1.200 m, a pesar de que la extensión total del sistema de galerías es de 2.400 m, 600 de los cuales son galerías inundadas. Durante el recorrido descendemos unos 25 m y nos situamos a nivel del mar.

Visité las Cuevas del Drac en junio de 1968, cuando tenía 19 años, y las volví a visitar el último día del 2019, con 71; ahora tocaría el otoño del 2070, con 122. No creo que llegue. Pero tampoco me sabe mal. No preveo que cambien demasiado; quizás el lago Martel esté un poco más arriba porque haya subido el nivel del mar, pero poca cosa más.