Por la Mercè, Isabel y yo acostumbramos a salir. Esta vez decidimos ir al Pirineo. Los veranos en Son Baulò son fantásticos, pero nos impiden disfrutar de otros destinos. Y nos habían dado envidia los relatos pirenaicos de Natxo de junio y julio, meses en que la montaña estalla en colores y perfumes, el día es largo y la luminosidad, intensa.
Elegimos el Parque Nacional de Aigüestortes-Sant Maurici. Pero en dos días poca cosa se puede hacer, y planifiqué una incursión a la Vall Fosca y otra al valle de Sant Nicolau hasta el Planell d’Aigüestortes. Para eso nos ubicamos en Senterada, que es una pequeña población situada en la bifurcación de las carreteras que, una por la derecha y otra por la izquierda, conducían a los dos objetivos.
No había estado nunca en la Vall Fosca, y el nombre del Estany Gento me evocaba la infancia, cuando al mediodía, la información meteorológica de la radio daba las observaciones registradas en aquella remota estación del Pirineo que se llamaba como un futbolista del Real Madrid.
El día se levantó espléndido y a las 9 h ya estábamos al pie del teleférico que nos subiría del embalse de Sallente al Estany Gento. Este teleférico data de 1981 y es de la compañía eléctrica Fecsa-Endesa, la cual, del 1 de julio al 30 de setiembre, cede la concesión de su explotación al Patronat Municipal de la Vall Fosca. A pesar de que el precio del viaje es caro ―12 € un trayecto y 18 € el de ida y vuelta―, vale la pena cogerlo para ahorrarse una ascensión de 370 m de buen principio.
El Estany Gento tiene la singularidad de ser el receptor de las aguas de los numerosos lagos ―estanys, en catalán― que hay en la cabecera del valle. El desagüe natural de superficie de los lagos se combina con un sistema de galerías subterráneas y el agua baja hasta el Estany Gento, desde donde un canal de conducción cubierto de 5 km la lleva a la cámara de aguas de la central de Cabdella, que aprovecha el salto de 836 m para mover las turbinas y producir electricidad. Esta obra colosal fue la apuesta de un hombre del Pallars, Emili Riu, hijo de Sort, quien, en el año 1911, fundó la empresa Energía Eléctrica de Cataluña. 4.000 trabajadores de aquí y de fuera se instalaron en el valle y, entre los años 1911 y 1914, construyeron este complejo sistema hidráulico, que hizo posible que entrase en funcionamiento la primera central hidroeléctrica de Catalunya. Se da, pues, la paradoja de que los habitantes de este valle estrecho y oscuro ―de ahí su nombre de Vall Fosca― fueron los primeros del país en tener luz eléctrica. En la actualidad, en el valle hay tres centrales hidroeléctricas en funcionamiento que aprovechan las aguas de la cabecera del río Flamisell: la central reversible Sallente-Estany Gento (1981), la de Cabdella (1914) y la de Molinos (1919).
Todo esto, que he leído en un folleto en la casa rural donde nos alojamos, lo pienso ante la superficie gris ―aún no le toca el sol― del Estany Gento. Y me admiro del esfuerzo realizado por aquellos trabajadores anónimos que, a principios del siglo XX, sin excavadoras, ni grúas, ni martillos neumáticos, abrieron a pico y pala las galerías y levantaron las presas para aumentar la capacidad de los lagos. Rodeados de nieve en invierno, con el único abrigo de jerséis, americanas y boinas; medio desnudos en verano bajo un sol implacable, y calzando alpargatas, con calcetines o sin ellos según la época del año.
A las 9,20 h empezamos a caminar por el ramal del GR-11-20 que parte el refugio de Estany Gento (2.150 m) y subimos a La Portella (2.293 m). Aquí nos encontramos con los raíles del tren de vía estrecha que se construyó en varias fases a lo largo del siglo XX para transportar los materiales a los lagos. Los seguimos unos 200 metros hasta la orilla del Estany Tort. Retrocedemos y por el GR llegamos al refugio Colomina (2.408 m), ante el lago del mismo nombre. Este refugio, conocido también como “casa Keller” porque ahí vivió el ingeniero suizo que dirigía las obras hidráulicas de la central de Cabdella, fue restaurado y acondicionado en 1985 y depende la Federació d’Entitats Excursionistes de Catalunya.
Seguimos por el GR y pasamos por el Estany de Mar (2.430 m), recrecido con dos presas, y de éste al de Saburó (2.550 m) por el Pas de l’Ós, donde nos detenemos a comer un poco. Son la 12 del mediodía y, como anunciaba la previsión meteorológica, empiezan a rodearnos negros nubarrones que no presagian nada bueno. Mi intención era subir hasta la Collada de Saburó para ver los lagos de la otra vertiente y regresar al Estany Gento dando un pequeño rodeo que nos alargase el recorrido y nos permitiese visitar los lagos Vidal y el Colomina de Dalt, pero tal como están las cosas decido volver por donde hemos venido.
Y acierto. Porque cuando a las 14,20 h empezamos a subir los peldaños del refugio de Estany Gento, la llovizna que nos viene acompañando desde hace un rato se convierte en un fuerte chaparrón que rápidamente degenera en una tormenta con rayos y truenos. A resguardo, la contemplamos por los ventanales y nos felicitamos de la suerte que hemos tenido. Comemos los bocadillos que llevamos en el bar del refugio y a las 15 h, en vista de que el aguacero continúa, renunciamos a bajar caminando al embalse de Sallente y lo hacemos en el teleférico. Un par de cortes del fluido eléctrico a causa de los relámpagos nos dejan colgando en el vacío y ponen emoción al descenso.