La soledad de los números primos, de Paolo Giordano

Inteligente, joven, guapo, rico y con éxito, ¡qué más se puede pedir! Éste es el perfil que he establecido de Paolo Giordano tras leer su primera novela, La soledad de los números primos. Y es de suponer que con un perfil como éste, el amor tampoco le faltará; al contrario, a su alrededor tendrá mujeres revoloteando como moscas en torno un tarro de miel. ¡Qué envidia!

Pero no es por la juventud, la belleza, la riqueza, el éxito y las mujeres estupendas que me imagino le persiguen que lo envidio. (Quizás hace veinte años lo hubiera hecho; ahora ya no.) Lo envidio por la sensibilidad y el acierto con los que se inicia como escritor a los veintiséis años. Eso es lo que encuentro realmente envidiable. Un talento prematuramente maduro que le permite escribir una historia de amor original, sobria y sorprendente, a la vez que humana, a una edad en la que yo aún me debatía en un magma pegajoso de incertidumbres intelectuales, sentimentales y profesionales.

La novela corría por la casa de Son Bauló. Se la habían regalado a Isabel; supongo que por su condición de matemática. El título debe de resultar muy fascinante para un matemático. La soledad de los números primos; La solitudine dei numeri primi, en el italiano original. Pero no se la había leído y no me supo dar ninguna referencia de ella. Yo me había quedado sin lectura. Bueno, no es exactamente así; estoy leyendo una obra que me pide reposar, detenerme y continuar tras haberme olvidado de ella un poco, y de la que seguramente hablaré más adelante. Ya había intercalado un par de novelas que no acabaron de gustarme a pesar de la buena reputación de los autores. Y decidí arriesgarme con un nombre que no me sonaba de nada. (Tengo que admitir mi desinformación respecto a los autores que se incorporan al mundo literario. Porque solo que hubiese seguido un poco las novedades, habría sabido que La soledad de los números primos fue el éxito del año en Italia cuando se publicó en el 2008, que obtuvo el premio Campiello a la mejor opera prima y el premio Strega, el más prestigioso de la literatura italiana y que han obtenido obras como El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, o En nombre de la rosa, de Umberto Eco.)

Pero después de las primeras cincuenta páginas las dudas se desvanecieron. Giordano era un narrador mesurado y preciso, que pintaba los personajes con convencimiento y delicadeza, a través de situaciones puntuales que abarcaban períodos diferentes de sus vidas. Eran unos personajes tocados por la singularidad como consecuencia de unos hechos concretos y que como tales se comportan a lo largo de toda la novela. Dos personajes que, como los números primos mellizos, tienen mucho en común que los atrae, su propia diferencia respecto de los demás los hermana, pero nunca pueden estar del todo juntos porque siempre hay un número par entremedio que los separa. Y de este modo viven su especial relación de amor Alice y Mattia.

Tras leer la novela en apenas tres días –entremedio he podado los membrillos, que se han hecho demasiado frondosos, he arrancado un granado, que en quince años no ha dado ni una sola granada, y he limpiado de mala hierba alrededor del tronco de los frutales–, he mirado si Paolo Giordano había publicado algo más después de La soledad de los números primos. Y he visto dos títulos: Il corpo humano (2012) –El cuerpo humano, Salamandra, 2013)– e Il nero e l’argento (2014) –Como de la familia, Salamandra, 2015–. Miraré a ver si los encuentro en la biblioteca de Can Picafort.