Una tragedia al estilo Woody Allen
Mi relación con Woody Allen no empezó bien. Sus primeras películas, llenas de chistes y gags, me parecieron desmesuradas, con unos protagonistas que eran verdaderos payasos, inmersos en situaciones absurdas y presuntamente hilarantes, que a mí no me hacían gracia. Una especie de cine cómico mudo, al estilo Chaplin o Keaton, pero con una verborrea a lo Bob Hope, de cariz intelectual, que me resultaba fatigosa. Ni Toma el dinero y corre (1969) ni Bananas (1971) despertaron en mí el entusiasmo que hubieran debido. Y digo que hubieran debido porque estos dos primeros largometrajes del humorista de Nueva York fueron recibidos con verdadero entusiasmo por la crítica española, y la discrepancia me costó un disgusto.
Entonces yo trabajaba en la redacción de la revista de cine Fotogramas y me encargaron que escribiese un artículo largo sobre Woody Allen. Me documenté, fui a ver Bananas, que aún no la había visto, y escribí lo que opinaba. Creo que lo titulé Woody Allen, un bufón intelectual. Cuando la directora de la revista lo leyó, me llamó a su despacho y me dijo que el artículo estaba muy bien escrito pero que no lo publicaría. “¿Por qué?”, pregunté, inocente de mí. “¿Cómo que por què? Porque todo el mundo dice que Woody Allen es genial y nosotros no diremos lo contrario”. Y no lo publicó. Tenía poco más de veinte años, me había pasado el fin de semana escribiéndolo, y me supo mal. Como consecuencia, le cogí manía a Woody Allen y no fui a ver ninguna más de sus películas hasta la oscarizada Annie Hall (1977), que me encantó.
¿Qué había ocurrido para que Annie Hall me hiciese cambiar de opinión? Sencillamente, que Woody Allen se había sosegado en su desmesura y había conducido la comedia cinematográfica hacia un terreno en el cual se mezclaban gags, diálogos ocurrentes, reflexiones, parodias y emociones con una inteligencia, agilidad y desenvoltura que hasta entonces no había visto nunca. Del odio pasé al amor, y desde entonces creo que he visto todas sus películas o casi. A Annie Hall han seguido muchas otras comedias y tragicomedias a través de las que Woody Allen se ha confirmado como el gran autor y actor que es en su entrañable papel de amante intelectual, neurótico y esmirriado, que ha de luchar con imaginación y esfuerzo la conquista y el mantenimiento del amor de las mujeres.
Pero además de la comedia y la tragicomedia, Woody Allen también ha tocado la tragedia, y lo hizo muy pronto con Interiores (1978). Irrational Man (2015) es otra tragedia, pero con los guiños propios de un humorista crítico y penetrante. Abe Lucas (Joaquin Phoenix) es un profesor de filosofía en horas bajas a pesar de la popularidad que ha obtenido con sus publicaciones. Su estancia en la universidad de una pequeña ciudad norteamericana es esperada con curiosidad por alumnos y profesores. La fama que lo precede, los puntos de vista que expone en clase y su actitud retraída y distante seducen a dos mujeres: la profesora Rita Richards (Parker Posey), madura e insatisfecha de su matrimonio, y Jill Pollard (Emma Stone), su mejor alumna. Pero ninguna de las dos consigue devolverle el gozo de vivir hasta que un hecho casual le coloca delante un objetivo que da sentido a su vida.
Un guion minuciosamente construido, con una buena dosis de intriga basada en la incerteza del final, la mirada irónica de Woody Allen sobre el mundo universitario norteamericano y las interpretaciones convincentes de Joaquin Phoenix y Emma Stone hacen la película entretenida. De nuevo, como en Match Point (2005) ―Irrational Man está en la misma línea, aunque quizás sin llegar a su nivel de excelencia―, el azar resuelve la historia inesperadamente en un punto en el que se le había puesto difícil de resolver al guionista.
Resumiendo, un film genuinamente Woody Allen en ese registro trágico suyo, que no lo es del todo. Su mirada inteligente es demasiado divertida a la hora de contar la historia para que el espectador la viva como una tragedia en el sentido estricto. La fluidez del relato y de los diálogos siguen mostrando la maestría y el talento de Allen a la hora de hacer cine. A mí me ha gustado.