
Hará cosa de un mes me hice instalar fibra óptica porque tenía problemas con el wifi de la ADSL, y asociado con el cambio de tecnología había una oferta de Movistar que incluía TV. Y la contraté.
Esto me ha permitido acceder a un gran número de canales de TV, películas y series que, si no tuviese nada más que hacer, me llenarían todas las horas del día y de la noche de plácido entretenimiento; es decir, que podría reducir mi existencia a estar sentado en el sofá y consumir películas, documentales, capítulos, noticias, deportes y programas diversos, deteniéndome solo para dormir; porque comer podría hacerlo igualmente ante el televisor. Pero no lo hago y me limito a explorar y degustar en momentos puntuales las recomendaciones que, desde hace tiempo, he ido recibiendo de amigos y conocidos ya iniciados en el consumo a la carta de productos audiovisuales.
Downton Abbey está inspirada en una serie inglesa de los años setenta que también veía gusto: Upstairs, Downstairs, y que TVE pasó con el título de Arriba y abajo. Ambas series presentan la vida cotidiana en una mansión inglesa a principios del siglo XX en la que conviven los señores y el servicio, unos en los suntuosos salones y dormitorios, rodeados de familiares y amigos, y los otros en el sótano y en el desván, donde están la cocina, la despensa y las salas y habitaciones de la cocinera y sus ayudantas, el mayordomo, el ama de llaves, los lacayos, las doncellas y el resto de la servidumbre. Dos mundos muy distintos que se complementan y que comparten techo y acontecimientos familiares e históricos desde distintas perspectivas. |
El acierto en la mayoría de los hilos argumentales que se deshilvanan a lo largo de la cincuentena de capítulos que suman las seis temporadas, una puesta en escena espléndida y unas interpretaciones excelentes, especialmente la de Maggie Smith en el papel de Violet Crawley, dan como resultado una serie elegante y fascinadora que vale la pena ser vista por aquellos que disfrutan más de los dramas humanos que de las tópicas intrigas policíacas con asesinos en serie y traficantes de drogas, las comedias bobaliconas o los relatos de acción con mamporros y sangre a porrillo. En estos momentos convulsos, mirar Downton Abbey resulta balsámico. |