Black Box

Es un viernes por la tarde e Isabel me arranca del ordenador con la propuesta de salir y llegarnos a Mango del paseo de Gràcia a devolver una camisa. Accedo a regañadientes. Pero mientras nos dirigimos a la tienda de ropa, pienso en trabajo que he dejado sin acabar por ir a devolver una camisa y me pongo nervioso; porque la manía de comprar cosas para luego devolverlas, como hace a menudo, es una manía suya y yo no tendría que verme implicado en ello. Antes de llegar a Mango entra en un par de tiendas que nos salen al paso, y eso me pone más nervioso aún. Asistir de espectador cómo mira y revuelve entre perchas, estantes y mostradores, me impacienta. Seguimos hacia el paseo de Gràcia. En Mango han puesto, muy estratégicamente, la caja al fondo de la tienda y antes de devolver la camisa, Isabel se entretiene mirando la ropa de la nueva colección que acaban de colocar. Yo sigo de acompañante pasmarote y me entretengo observando las evoluciones del guardia de seguridad, que acaba observándome a mí. Por fin devuelve la camisa en el mostrador de la caja y salimos. Pero a mí, tanto entrar y salir de tiendas de ropa me he puesto de mal humor, y le digo que quiero volver a casa, que ya he tenido bastante paseo. Y me dice que podemos regresar por Diputació, que en la Fundación Mafre hay una exposición nueva de un fotógrafo japonés. Como casi nos viene de camino, acepto.

La exposición se titula Black Box y el fotógrafo es Hiroshi Sugimoto (Tokio, 1948). Dudo, pero finalmente entramos. El folleto informa que al acabar los estudios de sociología y ciencias políticas en la universidad de Tokio y viajar a la Unión Soviética interesado por el comunismo, en la década de los 70 Sugimoto se traslada a los Estados Unidos y estudia bellas artes y fotografía en California. Terminado el período de formación, decide establecerse en Nueva York e inicia su carrera artística como fotógrafo, con incursiones en el campo de la arquitectura, la escultura y el teatro.

La primera sala está en la planta baja y nada más acceder a ella quedo boquiabierto y el mal humor que arrastro se disipa. Las grandes fotografías en blanco y negro colgadas en las paredes solo reproducen el mar y el cielo ―dos gamas de grises divididos por la línea central del horizonte―, pero infunden una gran serenidad. Me recuerdan ciertas pinturas de Mark Rothko. Son mares en calma de diferentes puntos del planeta, algunos brumosos, otros de una claridad excepcional, casi pueden contarse las olas. La serie, titulada Seascapes, me impresiona. Y subimos a la primera planta, en donde está el resto de la exposición. Son cuatro series temáticas más que el fotógrafo ha ido trabajando a lo largo de los años, alguna de ellas sin concluir aún. En Portraits retrata reproducciones en cera de personajes notables de la historia con una pulcritud y nitidez que los hace revivir.¡Sorprendente! En Theaters, el objeto de su atención son cines vacíos, en locales o al aire libre, de diferentes ciudades, iluminados únicamente por la luz que refleja la pantalla durante la proyección de una película. El efecto es admirable. En Dioramas vuelve a jugar a hacer real lo que no lo es mediante la mirada de la cámara. En esta ocasión fotografía los dioramas del Museo de Historia Natural de Nueva York de tal modo que el observador cree que se encuentra realmente en la sabana africana entre buitres o en la estepa entre una manada de lobos. La sensación es desconcertante. Por último, en la serie Lightning Fields nos presenta el resultado fotográfico de producir descargas eléctricas sobre materiales fotosensibles en una cámara oscura. Las imágenes son espectaculares y nos acercan al Universo a través de la experimentación de laboratorio. ¡Maravilloso!

La belleza, la precisión técnica y la originalidad conceptual de la obra de Hiroshi Sugimoto borraron de mi ánimo la desagradable sensación de pérdida de tiempo me había malhumorado. A la salida, Isabel, a quien hice partícipe de mi entusiasmo por el fotógrafo, se alegró por su acierto y me pudo decir: “Deberías estarme agradecido de que te sacase a pasear. Estoy segura de que si yo no te traigo, no habrías visto la exposición.” Y he de admitir que, como en tantas otras veces, tiene razón.