A pie por la Costa Brava

De Llançà a Cerbère

Empezamos a caminar en la playa del Cap Ras. No ha habido forma de convencer a Isabel de que partiéramos de Llançà; la razón es que no quiere caminar por las urbanizaciones. Y como es muy tozuda, lo he dejado correr. A pesar de que la predicción era buena, el cielo está velado y la luz es pálida y mortecina, como de fluorescente.

Cala Bramant i el Cap Ras

Por un sendero estrecho contorneamos el saliente rocoso del Cap Ras hasta alcanzar la bahía de Garbet. Descendemos hasta el mar y nos bañamos en la playa del Borró, que por lo que observamos, es nudista. Hace calor y el agua fresca del mes de octubre nos tonifica. En la playa hay gente tendida en la arena e incluso algunos se bañan. Nos secamos al sol, que ahora asoma entre las delgadas nubes, y continuamos.

Algo más adelante enlazamos con el GR-92, que pasa por la playa de Garbet, atraviesa la vía del tren por debajo y supera el ramal montañoso que nos separa de Colera por el collado de Sant Antoni, desde donde ya vemos la población. La subida es corta, pero empinada, y nos hace sudar.

Colera

En Colera volvemos a bañarnos; luego, vamos hasta la plaza y comemos sentados en un bar, a la sombra de un gran plátano que la llena por completo con sus ramas. Erramos en el primer intento de seguir el GR-92 y vamos a parar a la estación de tren, que queda en la parte alta del pueblo, algo apartada y solitaria. En Colera, el tren es un transeúnte regular y estrepitoso, que hace temblar la población entera cuando pasa por el viaducto que la atraviesa.

De Colera a Portbou debemos superar otro ramal montañoso que se proyecta desde la Serra de l’Albera. Hace un bochorno agobiante y sudamos de lo lindo en la ascensión por el sendero pedregoso del Puig del Falcó. A unos 200 m de altura, el camino deja de subir y circula colgado por encima del mar con unas vistas espléndidas. Lástima que el día sea calimoso y la neblina enturbie los infinitos. Saltamos a la otra vertiente por el collado del Frare y empezamos a descender hacia Portbou por las lazadas de la carretera vieja.

Hacemos noche en Portbou y a la mañana siguiente visitamos la estación de lo que fue un importante nudo ferroviario fronterizo, ahora en total decadencia. Los almacenes de mercancías y los edificios de las oficinas aduaneras y de las viviendas de los carabineros están abandonados y decrépitos, como la misma plaza mayor. Ahora la vida se ha desplazado junto al mar y es el turismo lo que mantiene activo el pueblo. Diversos plafones informativos y placas nos recuerdan que en esta localidad, el 26 de setiembre de 1940 murió el intelectual judío alemán Walter Benjamin cuando huía de los nazis. Pretendía entrar a España camino de Lisboa, donde debía embarcarse hacia los Estados Unidos. Pero él y el grupo que lo acompañaba fueron interceptados en la frontera por la guardia civil y conducidos a Portbou para ser devueltos a Francia. Aquella noche Walter Benjamin moría de una sobredosis de morfina. Sobre su muerta, atribuida a un suicidio, planea la duda del asesinato.

Platja Gran de Portbou

Tomamos el GR-92 en la Platja Gran de Portbou y empezamos a subir hacia el Coll dels Belitres. Siguiendo unas marcas amarillas alcanzamos el lomo de la montaña, justo en el punto donde se ha levantado el Memorial de l’Exili. Este monumento quiere evocar el éxodo de la Guerra Civil. Por el control fronterizo del Coll dels Belitres, entre febrero y junio de 1939, pasaron medio millón de personas huyendo de las tropas franquistas. Una serie de fotografías nos muestran a los protagonistas de la tragedia, la mayoría de los cuales fueron a parar al campo de concentración que los franceses improvisaron en la playa de Argelers.

Dejamos el Memorial con un sentimiento indefino, entre tristeza e indignación por todo lo que comportan la guerras, y por una pista con vistas sobre Cerbère seguimos hacia el Puig de Cervera, desde donde contemplamos las cumbres de la Serra de l’Albera, el último bastión del Pirineo, Portbou y, en la lejanía, la punta del Cap de Creus.

Portbou

El descenso a Cerbère lo hacemos por un sendero que nos conduce directamente al cabo de Cervera, en donde los franceses han instalado un pequeño faro solar. Y por la carretera bajamos hasta la playa. En Cerbère, la pérdida de importancia como nudo ferroviario y aduanero no se refleja tanto como en Portbou, y la población conserva una apariencia más harmoniosa. La única muestra de decadencia que percibimos es el aspecto lamentable del viejo Hotel Belvédère. Y es una pena, porque la mole de este edificio de estilo art déco alzándose como una proa de navío por encima del arenal de la playa dota de personalidad al conjunto más bien anodino de la población.